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-------- El conflicto palestino, 5ª y última parte ----------

2 marzo 2010

La expropiación de tierras para asentamientos en Cisjordania llevó a la renuncia de Dayan del cargo de Ministro de Exteriores. Al cabo de seis meses asumió este puesto Yitzhak Shamir, en marzo del 80.

 

Si Begin dirigía el Irgún en el período de la preindependencia, Shamir dirigía el todavía más radical Stern Gang. Shamir ya había expresado sus reservas a esta política de paz. Lo que les unía a ambos profundamente era el objetivo de la integridad del hogar nacional. Con el acceso de Shamir a este cargo Egipto entendió que la época de concesiones israelíes había terminado.

Anwar el Sadat pensaba que sólo el Likud de Begin podría alcanzar la paz con Egipto. En eso estaba en lo cierto. Lo que no sabía es que sólo los laboristas podrían llegar a la paz con los palestinos.

Un hecho a resaltar en esa época es el bombardeo al reactor nuclear iraquí sólo 3 días después de un encuentro de Sadat con Begin en el que le daba su apoyo frente a los laboralistas para las siguientes elecciones israelíes. El resultado fue un Sadat decepcionado al sentirse utilizado, una condena internacional incluso de los EEUU y una victoria del Likud en las elecciones.

 

El nuevo gobierno tendría a Shamir como Ministro de Exteriores y a Sharon de Defensa. En 1981 el nuevo gobierno declaraba Jerusalén como eterna capital indivisible y bajo soberanía israelí, se clamaba también sobre toda la tierra al oeste del Jordán, desprecio a la autonomía palestina, construcción de nuevos asentamientos, expropiación de tierra árabe y desplazamiento de sus propietarios. Esta era la política del Likud.

El 6 de octubre de 1981, en el aniversario de la guerra de octubre, Sadat fue asesinado por los integristas islámicos. Diez días después moría Dayan de cáncer. Desaparecían los dos principales arquitectos de la paz entre ambos países

Begin fue al funeral de Sadat y se reunió con su sucesor Hosni Mubarak.

 

La prioridad de Reagan en el momento era contrarrestar la influencia soviética en el Medio Oriente, por lo que se alcanzó un acuerdo con los israelíes muy provechoso para estos en cuanto a coordinación militar e inteligencia, en equipos, medios y tecnología.

 

Pero el paso, o mal paso, más importante del momento fue la entrada a gran escala en el conflicto libanés, quedándose empantanados. La alianza con los cristianos libaneses y el deseo de borrar del mapa a la OLP llevó a Begin a dar ese paso, siendo Sharon el artífice del plan en la sombra. El Gran Plan de Sharon era echar a los sirios y establecer un nuevo orden político en el país. Ello además conllevaría a la expulsión de los palestinos los cuáles convertirían a Jordania en la patria palestina, estableciendo en el East Bank el estado Palestino, por lo que las presiones internacionales disminuirían para que Israel se retirase del West Bank.

El terrorismo de la OLP en el sur del Líbano allanaría el camino de la invasión y el casus belli se produjo el 3 de junio de 1982 cuando un grupo de terroristas dispararon e hirieron gravemente al embajador de Israel en Londres, Shlomo Argot. Los pistoleros eran de Abu Nidal, enemigos acérrimos de Arafat y la OLP. El Mosad podía entender que este movimiento de Abu Nidal era precisamente para lanzar a Israel a la guerra abierta contra la OLP.

Begin no estaba interesado en los detalles de quién había disparado a Argot, para él todos eran la OLP.

Sharon tenía vía libre.

Empezó escondiendo su verdadero Gran Plan y expuso al gobierno sólo una acción en que el IDF se adentrara 40 km. La operación Paz para Galilea comenzó con el objetivo de proteger a los civiles de Galilea del fuego terrorista desde Líbano, sin afrentar a Siria y con el ánimo de establecer un tratado de paz con el Líbano independiente.

Pese a tener estos objetivos y otras limitaciones, Sharon sabía por experiencia que una vez que el IDF se ponía en acción era muy difícil el control político de sus acciones.

El 6 de junio comenzó la invasión de Líbano.

El Gran Israel luchaba contra la Gran Siria.

El 13 de junio Sharon tenía casi todos sus objetivos; la OLP atrapada en Beirut, sus fuerzas en contacto con las cristianas y las unidades sirias de Beirut aisladas.

La operación Paz de Galilea se había convertido en un asedio de una ciudad árabe y en un conflicto abierto con Siria.

Después de 75 días de conflicto la OLP había desaparecido del Líbano y se había trasladado a Túnez.

Begin declaraba que los objetivos estaban casi conseguidos pero para Sharon era el avance para la segunda parte del Gran Plan, establecer un nuevo orden en el país.

Sharon tropezó con la masacre de Sabra y Shatila, la presión internacional y la Comisión Kahan que concluyó que Israel era indirectamente responsable de la matanza, forzaron al Ministro de Defensa a dimitir del cargo.

El 17 de mayo del 83 Israel y Líbano firmaron un acuerdo que implicaba el fin del estado de guerra y reconocía la frontera entre ambos como inviolable, dejando una zona de seguridad de 40 km. Se dejaba vía libre a las aspiraciones sirias.

El 28 de agosto Menachem Begin anunció su renuncia y su retirada política, roto en cuerpo y espíritu habiéndole hecho mella la guerra de Líbano por su coste en vidas y por la duración en el tiempo. Lo que se preveía que duraría dos días llevaba dos años y no se veía el final en un horizonte cercano.

Yitzhak Shamir sucede entonces a Begin. El nuevo gobierno tiene como prioridad la retirada de Líbano pero los sirios no tenían intención de cumplir los acuerdos del 17 de mayo y ello llevará a Shamir y a Israel a empantanarse en el conflicto de manera indefinida.

Era absurdo creer que el problema Palestino se resolvería con una intervención militar en Líbano. Las matanzas de Sabra y Shatila sirvieron a la comunidad internacional para que se reconociera la necesidad de encontrar la solución a este problema, que pasaba seguramente por la retirada de Gaza y Cisjordania y crear un hogar palestino.

Las guerras anteriores a la del Líbano habían sido guerras no escogidas e impuestas, esta sí que había sido por elección, para aumentar el poder y para conseguir ganancias políticas. Invadiendo el Líbano Begin pensó que vencería a los enemigos de Israel y conseguiría una perfecta seguridad para su pueblo, olvidando lo de a quien a hierro mata a hierro muere.

 

Entre 1984 y 1988 se produjo una parálisis política. La guerra del Líbano había empeorado la crisis económica. Las elecciones de julio de 1984 dieron una mayoría muy estrecha a Peres que tuvo que formar un gobierno de unidad nacional con él de primer ministro y Shamir de vicepresidente y ministro de Exteriores. Rabin tomó la cartera de Defensa. A los 25 meses cambiarían las posiciones entre ellos y Rabin continuaría en el cargo.

Peres tuvo bastante éxito en su parte de mandato, manteniendo la inflación bajo control, intentando sacar el IDF del Líbano y reavivando el proceso de paz de Medio Oriente.

En Líbano había surgido un nuevo problema, el nacimiento de Hezbollah con el soporte de Irán y Siria. Además, todos los esfuerzos para obtener la retirada siria del Líbano en contrapartida por la retirada israelí habían fallado.

La gran ambición de Peres era separar el problema palestino y conseguir un trato separado con Jordania. La solución palestina pasaba por Jordania pues era imposible asimilar la población palestina del West Bank y seguir siendo un país democrático. Esa era la visión del partido Laborista.

Hussein entendía que no podía proceder sin la OLP e Israel no podía hacerlo con estos.

Los ataques de la OLP se intensificaron desde Jordania a objetivos israelíes. Sharon pretendía represalias contra territorio jordano, pero Peres y Rabin creyeron mejor bombardear la central de la OLP en Túnez.

La misión fue un éxito y pese a las protestas internacionales Reagan mandó un mensaje a Peres expresando su satisfacción. El propio Reagan bombardearía Líbia al año siguiente dentro de la lucha contra el terrorismo internacional.

Las relaciones entre Amman y la OLP se fueron deteriorando. Peres y Hussein llegaron al acuerdo de Londres pero el Likud, con Shamir a la cabeza, mostraban su desacuerdo y parece que sólo les interesara bloquear las iniciativas de Peres ahora que volvían a tener el poder.

A Shamir le interesaba mantener el status quo y seguir la política de que el tiempo corre a favor de los intereses israelíes. Esto no haría más que incrementar la frustración de los palestinos, por su desesperanza y sus condiciones económicas miserables.

La chispa saltaría el 9 de diciembre de 1987. tras un accidente de un camión israelí que mató cuatro residentes palestinos de Jabalina en Gaza. El rumor de que no fue un accidente fortuito inició una revuelta conocida como Intifada.

Fue espontánea pero rápidamente se extendió por todos los territorios. Llevó meses para que los israelíes la reconocieran no como unos disturbios sino como un auténtico alzamiento general. La sociedad israelí debía reconsiderar la solución de mantener eternamente el status quo, de negociar con la OLP y probablemente de afrontar el establecimiento de un estado palestino. La derecha prefirió encarar el tema con mano de hierro y eliminar la Intifada. Ello llevó a acentuar más las divisiones en el seno del gobierno nacional de unidad e incluso en el de los propios partidos, pues Rabin estaba más cerca de las posiciones de Shamir que de las de Peres.

La Intifada consiguió más en sus primeros meses que en décadas de terrorismo de la OLP. Israel se convirtió en el blanco de las críticas internacionales y produjo efectos negativos en las relaciones con los EEUU.

Otra consecuencia fue el nacimiento de Hamás.

Si la intifada radicalizó a un sector que representaba Hamás, también había otro sector secular que presionaba a los jefes de la OLP para negociar con Israel, aceptando la solución de dos estados y reconociendo a Israel, declarar el Estado Palestino y establecer el gobierno en el exilio.

Las elecciones del 1 de noviembre mostraron la división del país a la hora de encarar la Intifada. Mientras la campaña de la izquierda abogaba por la paz, la de la derecha por la mano de hierro. El resultado fue casi un empate, con la diferencia de un solo escaño a favor del Likud.

Después de 52 días de negociaciones se llegó al acuerdo de renovar el gobierno de unidad nacional sin rotación, con Shamir como primer ministro los 4 años, Peres renunciaba como Ministro de Exteriores y pasaba a ser vicepresidente y Ministro de Finanzas. Rabin continuaba en Defensa.

La postura de Shamir es de sobra conocida, inmobilista. Su recelo de los árabes le lleva a la pasividad y el mantenimiento del status quo. Sus puntos de vista eran no dar territorios a cambio de paz, sino paz a cambio de paz. Shamir va más allá de la doctrina del muro de hierro pues rechaza el diálogo con los árabes.

Sin embargo George Bush y su secretario James Baker, no tenían esa visión inmovilista obstruccionista y querían escuchar nuevas ideas para reactivar el proceso de paz.

Eso llevó a un cambio en la actitud de Shamir y le llevó a lanzar un plan de paz basado en la resolución 242, parar los asentamientos y reconocer derechos políticos a los palestinos, no sin la oposición de parte de su propio partido, con Sharon y Levy a la cabeza.

Al año siguiente, en junio de 1990, se formó un nuevo gobierno con Shamir como primer ministro y de tendencias radicales. Las líneas básicas serían: No al Estado Palestino, no a las negociaciones con la OLP, Jerusalén capital indivisible y bajo soberanía israelí, nuevos asentamientos y conversaciones con los estados árabes sin representantes de la OLP y basadas en las iniciativas del año anterior.

 

La invasión de Kuwait por parte de Irak desencadenó la Guerra del Golfo de la que Israel fue de los grandes beneficiados ya que sin mover un dedo se libró de uno de sus peores enemigos.

Irak competía con Israel para ser potencia nuclear e iba en buena dirección para ser una de las grandes potencias militares. Israel se había visto envuelto incluso en el caso Iran Gate pues era su deseo contrarrestar el poder de Irak ayudando a uno de sus peores enemigos para alargar el conflicto entre ambos. Pensamiento que también pudo tener la administración Reagan.

Lo peor del desenlace del Golfo fue que EEUU en el momento más crítico en su política en Medio Oriente había prescindido, o más bien, la mejor ayuda que tuvo de Israel es obligarla a estar inoperante en el transcurso de la guerra.

 

El final del radicalismo árabe con la Guerra del Golfo y el final de la Guerra Fría llevó a los EEUU a intentar intervenir para alcanzar un acuerdo de paz en el conflicto palestino.

Se convocó la Conferencia de Paz de Madrid el 30 de octubre de 1991.

La debilidad económica de Israel hizo que los americanos estuvieran en una posición de fuerza y consiguieron que los palestinos estuvieran representados en una delegación propia.

El discurso de Shamir fue anacrónico e inapropiado para la ocasión, mientras que Haidar Abdel Shafi, el jefe de la delegación palestina, se mostró elocuente y moderado.

Esta moderación hizo que los americanos presionaran a los israelíes a negociar territorios por paz y autodeterminación.

Se trasladaron a Washington las negociaciones bilaterales para la paz. Las posturas israelíes eran obstruccionistas.

Las elecciones del 23 de junio del 1992 significaron la derrota de la postura del Likud y abrían paso a la paz de la mano de Rabin.

Quince años del gobierno del Likud habían dejado muchos períodos de desacuerdos internos, crisis económica con inflación galopante y desempleo. No se había conseguido erradicar la Intifada y los israelíes se encontraban cansados del inmovilismo gubernamental.

Los israelíes habían elegido deshacerse de uno de los mayores obstáculos para alcanzar la paz: Yitzhak Shamir. Se iba a pasar del gobierno más halcón de la historia al más paloma.

Ambos líderes eran seguidores de la doctrina de Jabotinsky sobre el Muro de Hierro, pero mientras que Shamir no quería paz y sí territorios, Rabin quería aplicar el muro con la intención primera, es decir, para llegar a la paz con los árabes.

Evidentemente las conversaciones para la paz no iban a ser un camino de rosas. Hubieron conflictos con terroristas que provocaron represalias fuertes. Rabin estaba obsesionado con la seguridad.

Bill Clinton creó una hoja de ruta para desbloquear el proceso, pues varios encuentros habían demostrado que la fórmula de Madrid no era posible y había que explorar nuevos caminos. La decisión de tomar conversaciones directas y secretas en Oslo fue la mejor apuesta para desbloquear el proceso. Arafat iba a ser el mejor interlocutor por su posición precaria y por el preocupante crecimiento de Hamás y Yihad Islámica.

Peres presentó la idea de dar autonomía a Gaza primeramente. Arafat hizo la contraoferta de Gaza y Jericó.

El acuerdo de Oslo significó un gran avance para la paz y fue conseguido sin mediadores entre los contendientes. Significaba la retirada de Gaza y Jericó en un máximo de 4 meses. La creación de una policía palestina en esos territorios y el traspaso de competencias a la administración palestina en materias de educación, sanidad, impuestos y turismo. En 9 meses se harían elecciones en Gaza y Cisjordania para elegir un gobierno palestino con competencias en todos los campos menos en defensa y asuntos exteriores. En dos años se establecerían negociaciones para clarificar el status de la zona y en cinco se llegaría a un acuerdo.

El acuerdo no decía nada respecto al retorno de los refugiados, las fronteras de la entidad palestina y el futuro de los asentamientos judíos en los territorios ocupados, así como del status de Jerusalén.

El 13 de septiembre de 1993 se firmó el acuerdo en la Casa Blanca con el histórico apretón de manos entre Rabin y Arafat.

Israel reconocía a la OLP y los palestinos reconocían el derecho a existir de Israel y se comprometían a acabar con el terrorismo.

El 28 de septiembre de 1995 se firmaba Oslo II, que significaba la retirada israelí de los centros de población, se proveían elecciones al Consejo palestino y se dividía Cisjordania en tres zonas, A,B y C.

El área A consistía en pueblos y ciudades palestinas. La B villas palestinas con menos densidad de población y la C las tierras confiscadas por Israel para asentamientos y carreteras. La A era puesta bajo control exclusivo palestino y la C bajo el israelí. En la B ejercían la autoridad civil los palestinos mientras que Israel se encargaba de la seguridad. En la franja de Gaza Israel controlaría el 35% del territorio.

Los extremistas en ambos lados intentaron sabotear este acuerdo. Fue un acuerdo que no mejoró las condiciones de vida de los palestinos y que dejó un control de casi tres cuartas partes del territorio a los israelíes. En muchos casos se empeoró la situación y confundió a los palestinos en sus aspiraciones para un estado soberano.

 

Otra de las prioridades de Rabin era la de intentar la paz con Siria. Rápidamente se dio cuenta que los sirios no discutirían nada que no representase una completa retirada de los Altos del Golán. Rabin, de todas maneras, se pregunta si los sirios irían adelante con la paz si los israelíes se retiraran, si no estaban excusándose con ello.

En 1995 se logró únicamente firmar un acuerdo de principios de seguridad, dónde se reconoce que la seguridad de un lado no debe venir a expensas de la del otro.

El 25 de julio de 1994 hubo una reunión en Washington para buscar la paz entre Jordania e Israel basándose en las resoluciones 242 y 338 de la ONU. Israel también respetaría el rol especial del reino de Jordania en los santos lugares de Jerusalén, pese a que ello no iba a agradar a Yasser Arafat.

 

La respuesta fue tan entusiasta por parte del pueblo israelí que Netanyahu se desmarcó de la opinión de Sharon sobre lo de que Jordania era Palestina, e incluso se lo dijo privadamente al príncipe Hassan que tanto él como su partido se desmarcaban de la corriente de Sharon.

El 26 de octubre del 94 se firmó el tratado de paz.

 

El 4 de noviembre del 95 se produjo el asesinato de Yitzhak Rabin. Ello puso de relieve la profunda división dentro de la sociedad israelí respecto a la paz con los palestinos.

112 de los 120 miembros del Knesset recomendaron asignar a Peres como presidente, en un consenso sin precedentes.

 

La situación tan favorable a Peres se fue degradando por algunos pasos en falsos cometidos, la suspensión del diálogo con la Autoridad Palestina y con los sirios, el aumento del terrorismo de Hamas y Hezbollah y la operación contra el sur del Líbano que costó muchas bajas civiles.

Peres echó por tierra todo el apoyo que el pueblo le había dado tras el asesinato de Rabin, haciendo que el terrorismo islámico hiciera resurgir a Netanyahu, el cuál ganó las siguientes elecciones por un estrecho margen de votos, concretamente 30.000.

 

El bienio de 1996 a 1998 fue una vuelta al Muro de Hierro, pero Netanyahu no se podía abstraer de la presión pública a favor de un entendimiento con los palestinos, por lo que se comprometió a no renegar de los compromisos adquiridos, lo cuál no quería decir que su intención real fuera la de enfriar cualquier iniciativa.

La gente pensaba que Netanyahu se convertiría en un político realista y que su pasado de gran halcón le dejaba en una posición fuerte y creíble para negociar con los árabes.

 

Pero las líneas básicas de gobierno que presentó al Knesset fueron las de un gobierno etnocentrista, nacionalista y religioso, con una firme oposición a un estado palestino, al retorno de refugiados y al desmantelamiento de asentamientos. Se reservaba el derecho de usar el IDF en zonas palestinas para acabar con amenazas terroristas y llamaba a la paz con Siria sin precondiciones que supusieran retirada de territorios. Además no se hacía ninguna referencia a los acuerdos de Oslo o del Cairo.

 

Las relaciones entre israelíes y palestinos se iban a deteriorar con el gobierno de Netanyahu. También se deterioraron las condiciones de vida palestinas.

 

Los conflictos generados por el nuevo levantamiento iban a llevar al primer acuerdo entre el Likud y los palestinos en la base de una declaración de principios que se recoge en el Protocolo de Hebrón firmado el 15 de enero del 97.

Se dividía Hebrón en dos zonas, el 80% zona palestina. Además Israel se comprometía a reorganizar 3 territorios más en Cisjordania en los próximos 18 meses.

Lo que venía a significar el Protocolo de Hebrón es el fin del sueño del Sionismo Revisionista respecto al Gran Israel, pero el anuncio de la muerte de esa ideología quizá era algo prematuro.

 

Netanyahu había roto el tabú del Likud en referencia a territorios por paz.

Continuaban bajo control israelí el Gran Jerusalén, el valle del Jordán, las carreteras y corredores esenciales y las fuentes de agua. Llamó a este plan el “Allon plus”.

Los palestinos no podían aceptar esa oferta pues ellos esperaban recobrar el 90% como marcaba Oslo II.

Hamas comenzó una ofensiva terrorista y Netanyahu amenazó no dar territorios si estos iban a ser utilizados como plataforma terrorista. Una vez más los extremistas de ambos lados se autoalimentaban.

Pero el obstáculo más grave para reanudar la paz fue la política del gobierno del Likud de dar apoyo financiero y político a la expansión de asentamientos judíos en territorio palestino más allá de la línea verde.

La falta de confianza en ambos lados hizo el proceso de Oslo inoperable.

 

 

 

 

EPÍLOGO DEL AUTOR

 

En el conflicto con Israel están involucrados varios países árabes vecinos, pero en esencia es un choque entre dos movimientos nacionales, el judío y el palestino.

El establecimiento del Estado de Israel sin duda fue un agravio e injusticia para los palestinos, algo que los israelíes todavía no han acabado de reconocer.

Jabotinsky ya observó el hecho de que el pueblo palestino era una nación y que no se podía esperar de ellos que renunciaran voluntariamente a su autodeterminación.

Jabotinsky creó la doctrina del muro de hierro para construir una nación unilateralmente y por la fuerza, que los árabes no pudieran destruir. Pero no negaba el diálogo a largo plazo. Al contrario, el pensaba que después de golpearse la cabeza repetidamente en vano con el muro, llegarían a la conclusión que estando en posición débil su mejor salida sería el diálogo y la negociación. De alguna manera es lo que ha pasado. La historia de Israel ha sido una constante de esta doctrina en la que finalmente los árabes, primeramente egipcios, luego palestinos y jordanos, han topado con este muro y reconocido su fortaleza.

El problema es que muchos líderes de Israel han intentado ir más lejos y han renunciado al diálogo incluso cuando había alguien con quien hablar al otro lado.

El primer intento serio de trascender el muro fue realizado por Rabin en el 92.

Si Peres fue un soñador, Netanyahu fue el destructor de sueños, que tradujo una versión del muro más rígida y pesimista. Hacia los palestinos mostró odio y animosidad amarga que contrastaba con la cortés indiferencia de Jabotinsky. Este veía el poder militar judío como un medio para un fin, aquel lo utilizaba como un medio para alcanzar la seguridad y muchas veces como un fin por sí mismo. Uno quería vivir y dejar vivir, el otro dominar. Con Netanyahu cada pequeña concesión ha sido dada después de negociaciones extenuantes y retrasos deliberados.

El daño hecho por él trasciende del ámbito palestino-israelí y se extiende a los países árabes vecinos y en general a todo el mundo islámico.

La paz con los árabes se vio desde un punto pragmático por estos, es decir, para recuperar territorios. Los palestinos en Oslo también pretendían la independencia y un estado propio y que los israelíes reconocieran su derecho a la autodeterminación.

Despreciando Oslo, Netanyahu no sólo dañaba a los palestinos sino a sus propios compatriotas. Los palestinos habían tomado su opción y era ofrecer paz a Israel a cambio de una mínima restitución de lo que se les había quitado por la fuerza. Israel debía elegir entre territorios o paz, pero no ambos.

El Likud prefiere territorios a paz.

Netanyahu había dado un paso a favor de la paz con el acuerdo de Wye pero él mismo no tardó de incumplirlo, de manera que ya no sólo incumplía acuerdos firmados en el pasado por otros sino que no respetaba los suyos propios.

Netanyahu había fallado como líder nacional y como primer ministro, había fallado a sus colegas de partido, de coalición, al pueblo israelí, a la autoridad palestina, al mundo árabe y a los EEUU.

Las elecciones del 99 llevaron a Barak a la victoria. Netanyahu había hecho una cosa buena, si los israelíes estaban divididos antes de su presidencia en un 50%, después de su mandato el 70% estaba a favor del Estado Palestino, no considerándolo como una amenaza para la seguridad, la solución de dos estados y el abandono del sueño del Gran Israel.

La diferencia entre los dos es que Barak es un negociador duro, que mira por la seguridad nacional, heredero de Rabin, que no cree en la devolución de territorios a las fronteras del 67, preservando algunos asentamientos y garantizando Jerusalén, mientras que Netanyahu es un no negociador.

En mayo del 99 Barak ganó el 56% de los votos y Netanyahu el 44%.

 

 

 

CONCLUSIÓN

 

Pese al gran alivio del autor por la derrota de Netanyahu en el 99 y el fin de los tres años aciagos, nos encontramos de nuevo en la actualidad, en el año 2009, con Netanyahu como primer ministro y dispuesto a negociar hasta con Siria en un arrebato de realpolitik.

Esto puede formar parte de nuevo de la política de que el tiempo juega a favor de Israel de manera que se mantenga el status quo, o puede formar parte de un intento sincero de llegar a un acuerdo. El tiempo, como siempre, nos dirá cuál de las dos posturas es la que toma Netanyahu.

El 11 de septiembre del 2001 ha cambiado muchas mentalidades pero el conflicto se mantiene con la misma intensidad que en sus orígenes.

La solución de dos estados para dos pueblos es sin duda la mejor opción. Topamos, sin embargo, con las posturas radicales a ambos lados del espectro. Por un lado los que desean el Gran Israel, en el que Judea y Samaria, y ya no hablemos de Jerusalén, son inseparables de Israel, los palestinos han de tener su patria en el East Bank, en Jordania, donde ya se había concretado en tratados como los de Faisal-Weizmann. Por otro lado los que tomarán siempre el establecimiento del Estado de Israel como un hecho que implica una yihad defensiva en toda regla, territorio musulmán conquistado por infieles (téngase en cuenta el hecho de que las Cruzadas son recordadas, por muchos musulmanes, como si fuera un acontecimiento ocurrido hace poco y están presentes en lo más hondo de su pensamiento y corazones).

Las posturas intermedias y los moderados quizá resuelvan el conflicto algún día, pese a que sus grandes enemigos estén en su mismo bando. El moderado es el peor enemigo del revolucionario implacable como ha demostrado el trágico final de Sadat y de Rabin.

El muro de hierro es un fantástico análisis de la política llevada a cabo por casi todos los dirigentes israelíes ya desde la época de Jabotinsky. La pregunta no es si ha sido buena esta política, la pregunta es si ha sido efectiva. La respuesta es categóricamente sí, pues el estado de Israel se ha consolidado y es un Estado del siglo XXI, máxima prioridad y objetivo del sionismo desde su origen. Otra pregunta es hasta cuando se ha de llevar la política del muro de hierro.

La entrega de Gaza y Cisjordania calmaría a las palomas palestinas pero no a sus halcones. No obstante tranquilizaría al resto del mundo y apaciguaría muchas voces en contra de Israel.

No debemos perder la perspectiva del conflicto desde un ámbito más amplio, en el que juegan muchos actores secundarios como EEUU, Siria, Irán, Egipto, corrientes ideológicas y religiosas.

Pero seguramente sólo habrá una solución cuando ambas partes la quieran.

Sin duda el mejor análisis del conflicto es la frase del Papa, que el autor atribuye a una historia apócrifa, que afirma que sólo hay dos soluciones para el conflicto árabe-israelí, la realista y la milagrosa. La solución realista implica una intervención divina; la solución milagrosa es que haya un acuerdo voluntario entre ambas partes.

 

 

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