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--------El conflicto palestino 4ª parte-----------

2 marzo 2010

 

 

Tras la 2ª Guerra Mundial analizaremos el conflicto palestino bajo la perspectiva o el enfoque de Avi Shlaim, el más importante historiador revisionista israelí.

Avi Shlaim nacido el 31 de octubre en Irak es un historiador británico, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford y miembro de la Academia Británica.

Shlaim es ampliamente reconocido como una de las mayores autoridades en el conflicto árabe-israelí. Es un miembro clave de un grupo de académicos israelíes conocidos como Nuevos Historiadores, críticos con la interpretación clásica de la historia del sionismo e Israel.

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Shlaim nació en Bagdag de padres judíos. Su familia emigró a Israel, pero él dejó el país y se marchó a Inglaterra a los 16 años para estudiar en un colegio judío. A mitad de los 60 regresó para servir en las fuerzas armadas (IDF). Después regresó a Inglaterra en 1966 para cursar la carrera de Historia. Se licenció y se casó con la nieta de David Lloyd George, primer ministro británico cuando se realizó la Declaración Balfour. Ha vivido en Inglaterra desde entonces y mantiene la doble nacionalidad.

 

INTRODUCCIÓN

 

Para entender la idea que nos desea transmitir el autor, deberemos referirnos y analizar el artículo de “El Muro de hierro” que escribió Jabotinsky en 1923.

El fundador del sionismo revisionista nos plantea la situación en que se encuentra el movimiento sionista respecto a sus vecinos árabes.

Su propósito de convivencia con ellos se basa en el principio de respeto mutuo, de igualdad de derechos y de la binacionalidad de Palestina.

Pero el deseo de paz entre ambos pueblos no ha de pasar por la ingenuidad o el mirar para otro lado. Se ha de afrontar que los árabes son personas iguales que los judíos pese a que en el momento pudiesen estar socialmente más atrasados, que como nativos siempre resistirán al colonizador y que un acuerdo voluntario y pacífico no será posible con ellos.

Llegando a este punto sólo hay dos opciones: o se para la colonización sionista o se continúa a pesar de la población indígena, lo cuál significa que ello se ha de llevar a cabo bajo la protección de algo que los nativos no puedan superar, el Muro de Hierro.

Ese muro, según Jabotinsky lo ejercerán los británicos momentáneamente, pero lo deberá hacer una fuerza militar judía en el futuro.

Aquí el autor del artículo ya describe las dos posturas internas del sionismo que caracterizarán las dos corrientes principales que afrontarán el problema árabe en el futuro Estado de Israel, si bien en aquellos momentos se refiere a ellos como militaristas, los que prefieren que el muro de hierro lo levanten soldados judíos o los vegetarianos que prefieren que sean soldados británicos.

Y todo ello, aunque pudiera ser moralmente injusto visto de esta manera, no lo es pues se parte de la premisa que el movimiento sionista es justo debido a sus antecedentes y por tanto esa es la manera de hacer justicia.

No hay que pensar, de todas maneras, que no cabe un acuerdo con los palestinos árabes.

Cuando los árabes perciban que el Muro de Hierro es insuperable, será el momento en que los árabes moderados lideren los acuerdos de paz y de esta manera ambos pueblos vivirán como buenos vecinos. En otras palabras, la única manera de alcanzar un acuerdo en el futuro es la idea de abandonar cualquier acuerdo presente.

 

El Muro de Hierro se convirtió en la Biblia del Sionismo Revisionista, pero el mensaje real se desvió pues para Jabotinsky el muro era un medio y no un fin.

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Para los “nuevos historiadores” o “historiadores revisionistas” (aquellos que se alejan de la línea de la historiografía tradicional israelí), el impacto de estas ideas fue mayor de lo que comúnmente se piensa, pues influyeron no sólo en los anteriores sino en todo el conjunto del movimiento sionista y los sionistas laboristas se fueron acercando a este punto de vista sin reconocerlo y sus líderes también cayeron en la estrategia del muro de hierro.

 

Esta estrategia ha hecho perder oportunidades de paz a los largo de la segunda mitad del siglo XX, desde la formación misma del Estado de Israel.

 

Mientras que los otros autores revisionistas se han centrado en los eventos que rodearon el nacimiento del Estado de Israel, el autor abarca los 50 años siguientes a la formación del Estado en un estudio de la política de Israel hacia el mundo árabe.

Basándose en documentos oficiales de asuntos exteriores de Israel desclasificados al cabo de 30 años, y por tanto que abarcan hasta mediados de los sesenta, y posterior a esos años mediante otros métodos, como entrevistas, Avi Shlaim detecta esta orientación desde la propia guerra del 48.

No se debería omitir que la parte árabe, según el autor, sólo abre sus archivos, si es que los abre, de una manera arbitraria y desordenada.

 

 

RESUMEN

 

Los diferentes gobiernos desde la creación del Estado de Israel hasta la actualidad se enfrentan al problema árabe con dos características comunes, el no reconocimiento de la entidad nacional palestina y la búsqueda de una alianza con un gran poder foráneo al Próximo Oriente.

Estas características se observan ya en la fase formativa bajo la dirección de Herzl. Sus esfuerzos en persuadir al Sultán otomano y las aproximaciones a otros líderes mundiales como el Papa, el rey de Italia, el Kaiser germano o Chamberlain, así lo demuestran.

Weizmann finalmente estrecha la alianza con los británicos de la que es resultante la Declaración Balfour.

Finalmente ese sionismo político diplomático, que intenta asegurar un apoyo internacional al movimiento, se une al sionismo práctico que prioriza la inmigración, la compra de tierras y la fundación de una economía judía en Palestina, fundiéndose en el Octavo Congreso Sionista en un sionismo sintético en que ambos movimientos pasan a ser las caras de una misma moneda.

 

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Ben Gurion personifica el sionismo luchador frente al diplomático de Weizmann tras la Segunda Guerra Mundial y que se opondrá al dominio británico.

Después de la resolución 181 de la ONU a favor de la partición de Palestina, la agencia judía la acepta mientras que los árabes palestinos la rechazan, así como Menachem Begin, jefe del Irgun, que también se posiciona en contra. Begin cree que la partición es ilegal y que el conjunto de Eretz Israel pertenece al pueblo de Israel, visión muy clarificadora de la que va a ser la postura de una parte importante del sionismo.

 

La Guerra de la Independencia, a la que los árabes llaman Nakba o desastre, empieza el 15 de mayo de 1948 y acaba el 7 de junio de 1949.

No obstante se produjo entre la resolución de la ONU del 29 de noviembre de 1947 hasta que el Estado de Israel se proclama el 14 de mayo de 1948, una fase de guerra no oficial.

Si se acepta el plan de la ONU se reconoce al estado Palestino, el problema es que los líderes israelíes no tenían unos homólogos con quien negociar en el otro lado, no mientras su líder fuera Hajj Amin al-Husseini, como ya hemos profundizado en mi anterior trabajo. Con el rey Abdullah sí que hubieron conversaciones y algunos acuerdos anteriores a la Guerra pero que finalmente no obtuvieron los resultados esperados.

La primera oleada de refugiados palestinos se produjo antes del inicio de la Guerra, en una contraofensiva a los irregulares palestinos que habían inflingido algunas derrotas a la Haganah antes de que esta pasara de una defensa agresiva al contraataque.

 

El fin de las hostilidades y la victoria de los israelíes inicia una serie de acuerdos bilaterales entre Israel y los países que le habían declarado la guerra.

Se firmó un acuerdo con Egipto el 24 de febrero de 1949, con Líbano el 23 de marzo, con Jordania el 3 de abril y con Siria el 20 de julio.

La historiografía tradicional israelí piensa que estos acuerdos no concluyen en una paz duradera por intransigencia árabe. La versión israelí describe que los líderes israelíes lucharon infatigablemente por la paz pero todos sus esfuerzos fueron infructuosos.

 

Las claves en disputa fueron los refugiados y las fronteras. Respecto a las últimas los estados árabes estaban dispuestos a hacer concesiones pero con el tema de los refugiados había consenso en pensar que Israel había creado el problema y que los refugiados tenían que tener derecho a escoger si regresar o ser compensados.

La posición israelí es completamente opuesta. Israel considera que los árabes han creado el problema empezando la guerra y por ello no es responsable.

 

Los historiadores revisionistas opinan que Israel fue más intransigente que los árabes y que la responsabilidad por el punto muerto político es compartida por ambas partes.

 

Bajo mi punto de vista, el retorno de todos los refugiados hubiera sido un suicidio nacional del sionismo. Si es normal razonar que los árabes no se dejarían colonizar, también es obvio que después de la Guerra de Independencia los israelíes no consentirían tener una quinta columna en el propio corazón del estado. Si no es moral al menos es razonablemente inteligente tomar esta postura, más si tenemos en cuenta la premisa de los conflictos sufridos entre ambas comunidades desde 1921.

Si los historiadores revisionistas entienden que esa es la intransigencia israelí respecto a los árabes, tomémosla pues como inevitable.

 

El destino de los 700.000 refugiados iba a estar, por tanto, fuera de las fronteras finales pactadas en los acuerdos de paz entre Israel y los contendientes árabes. Sólo 92.000 árabes continuarían en Israel. Cada gobierno árabe tuvo su propia política respecto a ellos. Los jordanos les dieron la ciudadanía y los integraron en la vida de la nación. Los egipcios hicieron muy poco por los refugiados de la franja de Gaza.

Si observamos el desarrollo de los hechos acaecidos en Jordania, desde el asesinato del rey Abdullah en 1951 a manos de un palestino, donde la sombra de al-Husseini estaba presente, hasta los acontecimientos de Septiembre Negro de 1970, se confirmaría el peligro de un estado dentro de un estado y lo que hubiera supuesto para la supervivencia de Israel asimilar a los refugiados, teniendo en cuenta además el hecho de estar rodeados de un entorno hostil.

 

Por parte de los árabes, los acuerdos de paz con Israel no implican el fin del estado de guerra y no excluyen el denegar a Israel la libertad de navegación o la imposición de un boicot económico, que las líneas pactadas en el armisticio no sean fronteras internacionales y que el problema de los refugiados se solvente con el retorno.

 

 

La paz con los árabes era algo que ciertamente deseaba Ben Gurion , pero no era su principal prioridad en ese momento. Sus preferencias eran la construcción del estado, la inmigración, el desarrollo de la economía y la consolidación del país. El tiempo jugaba a favor de Israel, la paz podía esperar.

 

Vemos que Ben Gurion retoma la estrategia del Muro de Hierro. La paz es un medio, no el fin.

Ni el muro ni la paz, por tanto, son el fin. El objetivo será afianzar el Estado para que sea un fait accompli.

 

Los años posteriores fueron de consolidación. Los tratados de paz con los países fueron ampliamente apoyados por el Knesset. Solamente el pacto con Jordania llevó incluso a dos mociones de censura al gobierno por dos ideas contrapuestas debido a la incorporación de Cisjordania y la vieja ciudad de Jerusalén al reino hachemí.

Los críticos de Herut, partido formado tras la disolución del Irgún por Menachem Begin y otros discípulos de Jabotinsky, se adhieren a la idea del derecho histórico sobre toda la tierra de Israel, por ende incluyendo Jerusalén, Judea y Samaria.

Los críticos del Mapam, el ala más izquierdista, tampoco quieren el dominio jordano en la zona y piden que Cisjordania sea para los palestinos moderados e incluso pretenden una intervención armada israelí en su ayuda.

Dos visiones encontradas muy interesantes para analizar, en ese momento y durante todo el resto de historia palestina hasta la actualidad.

Este momento es decisivo para vislumbrar las prioridades de una gran parte del mundo sionista. Ese sector tan importante del sionismo que considera Jerusalén, Judea y Samaria innegociables va a ser el gran escollo a lo largo de toda la historia del Estado de Israel desde su fundación hasta la candente actualidad. A día de hoy, mientras escribo estas líneas más de medio siglo después, el Presidente de los EEUU Barak Obama, en un discurso al mundo árabe pide un estado Palestino en Cisjordania y el fin de los asentamientos ante la tozudez, por llamarlo de alguna manera, del ahora primer ministro Benjamín Netanyahu. Estos objetivos estarán presentes en todos los procesos de paz a partir de la Guerra de los Seis días y la ocupación del “West Bank” y será una negativa reiterada normalmente, con el objetivo de que también derive en un fait accompli.

 

 

Pero volvamos al 4 de abril de 1949. Ben Gurion responde a la primera opción con una negativa ante la imposibilidad de un estado judío democrático con mayoría árabe, y a la segunda opción con una no interferencia en los asuntos propios de los árabes.

Un año después Jordania se anexa formalmente Cisjordania.

En 1951 el asesinato del rey jordano vuelve a Ben Gurion muy pesimista en relación a una paz con los árabes e inicia una política más agresiva de coerción e intimidación, en la que no se excluyen los sueños de expansión territorial.

 

La falta de progresos en las conversaciones secretas entre Israel y sus vecinos serán acompañadas por el deterioramiento en la situación de las fronteras.

Estos dos acontecimientos los encuadramos en los planteamientos militares de la defensa de Israel con una distinción entre la seguridad básica por una parte y la seguridad del día a día por otra. La confrontación armada a gran escala pertenece a la primera, las provocaciones, actos hostiles fronterizos y pequeñas incursiones en territorio israelí por civiles y fuerzas irregulares, pertenecen a la segunda.

Una vez finalizados los acuerdos de armisticio, la amenaza de la seguridad día a día se vuelve más inmediata. Este desafío proviene principalmente de la infiltración de civiles árabes a través de las fronteras como consecuencia de los desplazamientos de la guerra.

El 90% de estas infiltraciones tiene motivos socioeconómicos, aunque también algunos tienen objetivo bélico.

Se adoptó una solución de “libre disparo” contra ellos, aunque la mayoría estaban desarmados, así como una política de represalias en pueblos y ciudades en territorio de los estados árabes, lo cuál aumentó el odio hacia Israel y las críticas de la comunidad internacional.

Israel culpaba a los estados árabes de consentir la infiltración y justificaba la política de defensa mediante ataques. Según el autor esto es otra de las aseveraciones de la historiografía tradicional, pero hay evidencias que los estados árabes en esos primeros seis años posteriores a la guerra estaban en contra de la infiltración. Sea como fuere se establece el primer capítulo de una guerra asimétrica contra el estado de Israel por parte de los palestinos que les reporta atención mediática internacional.

También centra la atención de los israelíes y se debate la manera de afrontar el problema. Para los activistas la represalia militar, el muro de hierro, los moderados no descartan la fuerza pero con contención, sin crispar las partes ni los espectadores mundiales. Esta última línea es encabezada por Moshe Sharett, compañero de Ben Gurion y que pasa a ocupar temporalmente el cargo de primer ministro en 1953.

De buen principio se ha de enfrentar con dos temas engorrosos, el trasvase de aguas del Jordán del norte del país al Neguev, y el ataque en el pueblo de Qibya llevado a cabo por el comandante Ariel Sharon como represalia de un ataque anterior en que murió una madre israelí y sus dos hijos. El alto coste en vidas de civiles, 69 civiles, provocó un alud de protestas internacionales por la desproporción de la revancha.

Ben Gurion negó la intervención del IDF y cargó las culpas a la población israelí fronteriza de haberse tomado la justicia por su mano después de haberse colmado su paciencia. El autor nos refiere a esa versión oficial como una de las primeras mentiras de Ben Gurion por el bien de su país. Mentira por otra parte que no fue creída y no logró salvar la imagen de Israel.

 

Los tres años que precedieron la Guerra de Suez de octubre de 1956 fueron un período de formación en la evolución de la política israelí respecto al mundo árabe y en la aparición de las dos maneras de afrontar ese problema. El comportamiento israelí en el conflicto será producto de esas dos escuelas de pensamiento, la de los halcones, activistas partidarios de las represalias, se personifica en Ben Gurion, la otra de las palomas, moderados partidarios del diálogo, se personifica en Moshe Sharett.

Recordemos el artículo de Jabotinsky que aludía a los militaristas y a los vegetarianos.

A pesar de esta incompatibilidad temperamental, Ben Gurion y Sharett trabajan en equipo durante dos décadas y se complementaron uno al otro. Pero a partir del 53 y hasta el 56 esas diferencias fueron ahondando y acabaron en ruptura trágica.

Los halcones, entre ellos el discípulo de Ben Gurion y jefe del staff del IDF, Moshe Dayan, van formando una idea de que Israel debe expandirse territorialmente y que la esperanza de supervivencia yace en la vigilancia, la fuerza, la determinación, en la política de represalias y la fuerza de disuasión. De nuevo la vieja idea del Muro de Hierro.

1954 fue un año en que las cosas no estaban del lado israelí. Las incursiones seguían a peor, las relaciones con los americanos empeoraban por la decisión americana de suministrar armas a los árabes y por el acuerdo británico de retirar sus tropas de la zona del canal de Suez. Pero el caso quizá más grave fue el “Mishap” o contratiempo, también llamado el caso Lavon.

Los expertos en asuntos árabes del ministerio de exteriores pensaban que una vez que Nasser hubiera conseguido librar a su país de la presencia de tropas extranjeras sería más dócil en las relaciones bilaterales con Israel, pero los militares pensaban lo contrario y temían por que la balanza militar cayese del lado egipcio. Por ello planearon unos atentados en El Cairo y Alejandría en unos cines donde se proyectaban películas inglesas y americanas y en correos. De esta manera se pretendía hacer ver la hostilidad de Egipto a occidente y evitar la retirada británica. Pero el destino quiso que los planes del servicio secreto fracasaran y uno de los terroristas fuese cogido con las manos en la masa.

Todo parecía señalar a Pinhas Lavon, ministro de defensa , puesto en el cargo a pesar de Sharett, una paloma convertida a un halconismo extremo, apóstol de la realpolitik, y una bomba de relojería detrás de Sharett. Él lo negó todo.

Pero su activismo no descansaba y propuso entre otras cosas invadir la franja de Gaza. El servicio secreto hizo propuestas para provocar la guerra con Egipto, entre ellas la del Bat Galim, el barco cebo. Dayan también presionaba constantemente a Sharett, no sólo con Egipto sino también con Jordania.

Sharett era una paloma rodeada de halcones.

En cuanto a Nasser, el autor lo exculpa en relación a la sentencia de muerte de varios miembros de la conspiración del Mishap, pues él no podía conmutar la pena impuesta por el tribunal militar y mucho menos habiendo condenado a muerte anteriormente por otros sucesos a unos miembros de los Hermanos Musulmanes. Ello hubiera sido un desastre político para su persona ser más clemente con los judíos que con los terroristas islámicos. Y ello tiene la importancia de que Nasser pide a los americanos que se lleve a cabo un acuerdo para realizar un encuentro con Israel, lo cuál rechazó Sharett acusando a Nasser de hipócrita por el caso anterior.

Esto sería otro episodio que pone en cuestión la versión oficial israelí de que ellos siempre luchaban por tener encuentros directos y que siempre encontraban el rechazo árabe.

El Mishap provocó el cese de Lavon del cargo de ministro de defensa y Ben Gurion fue presionado y persuadido para volver y ocupar el puesto vacante. Seis meses después Sharett le cedió el puesto de Primer Ministro.

 

Ben Gurion había llegado a la conclusión de que Nasser era el gran enemigo.

Una semana después de haber vuelto y asumir el ministerio de defensa, se llevó a cabo un raid en Gaza mediante la operación flecha negra, con un resultado de 37 soldados egipcios muertos, con la excusa de que se habían producido algunas incursiones en Israel inducidas por la inteligencia egipcia.

Las graves consecuencias del asalto marcaron un punto de inflexión en las relaciones bilaterales entre ambos países según Nasser. Desechó una solución pacífica al conflicto con Israel y fue el fin del diálogo. Se demostró su debilidad militar y ello le indujo a que su política socioeconómica pasara a segundo plano, dando prioridad al desarrollo de la defensa, lo cuál culminó en el pacto con Checoslovaquia para el suministro de armas.

Gaza es la causa, según los egipcios, o el pretexto, según los israelíes, para el giro de Nasser hacia el bloque soviético.

La aparición de fedayeen o mártires palestinos entrenados por los egipcios comenzó en primavera de 1955 y según Nasser eran el contraataque al raid de Gaza, no era Egipto sino Israel la culpable de esa escalada bélica.

Archivos secretos capturados por los israelíes a egipcios y jordanos en las guerras del 56 y 67 demuestran que hasta la expedición de Gaza, los egipcios habían intentado erradicar las incursiones de palestinos en Israel y que fue a partir del 28 de febrero de 1955, con el raid de Gaza, cuando los egipcios organizan unidades de fedayeen convirtiéndolas en instrumentos de guerra contra Israel.

Los jordanos, por el contrario, intensificaron la lucha contra estas infiltraciones.

 

Ben Gurion estaba obsesionado con el peligro de Nasser y llegó a la conclusión de que su desaparición de la escena política era vital para los intereses de la nación. Su ofuscación le llevó a pretender la invasión de Gaza entre otras propuestas. Sharett estaba conmocionado con su comportamiento.

Pero Sharett también estaba preocupado con el acercamiento a estas posturas de muchos miembros del gobierno cercanos a él, que pasaron a estar a favor de una guerra preventiva contra Egipto ya que Estados Unidos no proporcionaría las armas suficientes para la seguridad de Israel y era insostenible la fortaleza que estaba adquiriendo Nasser con el apoyo soviético.

Todos querían guerra pero no querían iniciarla.

Dayan quería una guerra preventiva, pues pensaba que en verano o otoño de 1956 Egipto estaría en condiciones de hacer la guerra con posibilidades de victoria.

Sharett no quería una guerra preventiva, pues Israel tomaría el rol de agresor, y Ben Gurión estaba indeciso.

La solución llegó con la Guerra de Suez.

Shimon Peres, director general del Ministerio de Defensa, había cultivado la conexión francesa pues dudaba del suministro americano de armas.

Francia ofrecía armas con la esperanza de inducir a Israel a la guerra, mientras que los americanos lo hacían con la condición de que Israel no fuera a la guerra.

El problema de fondo de los americanos es que no querían polarizar el Próximo Oriente haciendo que los árabes cayeran del lado soviético y que los americanos fueran los únicos suministradores de armas a Israel. Por ese motivo animaron a canadienses y franceses a vender armas, especialmente aviones de combate.

En cuanto a la guerra con Egipto, el gobierno se inclinó más con Sharett que con Ben Gurion pues tenían miedo de una intervención británica y de que un aislamiento internacional no les proporcionase armas, dejándoles en una posición muy difícil rodeados de enemigos.

El debate no era paz o guerra porque la paz no era una opción ya que Nasser en cuanto se creyera superior militarmente se encaminaría al combate. Así pues el debate era ir a la guerra o agotar todas las vías diplomáticas antes con la esperanza de restaurar la balanza de poderes.

La alianza con Francia y la renuncia de Sharett y su sustitución por Golda Meir dejaron la vía libre para una intervención contra Egipto.

En aquellos días los egipcios apoyaban a los rebeldes argelinos (FLN) que luchaban por la independencia de Francia. Tenían, por tanto, un enemigo común en Egipto, pues para los militares franceses Argelia era su mayor prioridad, y, consecuentemente, Nasser se convertía también en prioridad.

Francia dará armas si Israel ayuda con el tema de Argelia intentando derrocar a Nasser.

La idea de un ataque coordinado a Egipto surge cuando Nasser nacionaliza el canal de Suez el 26 de julio, cuarto aniversario de la revolución de los oficiales libres. Es una afrenta a occidente no a Israel. Tras el rechazo americano a dar fondos para la presa de Assuan, Nasser hizo su dramático anuncio, que, por otra parte, perjudicó sobretodo a Francia y a Gran Bretaña.

Ben Gurion vio una oportunidad de que los poderes occidentales derrocaran a Nasser.

Pero los artífices de la alianza entre Francia, Gran Bretaña e Israel, fueron los franceses.

A los militares franceses se les unieron los políticos que todavía padecían el síndrome del apaciguamiento con Hitler antes de la Segunda Guerra Mundial y que ahora veían a Nasser como el Hitler del Nilo.

Pese a que Gran Bretaña no quería sumarse a una acción junto a Israel, Francia se encargó de hacer el papel de casamentero y forjar la alianza secreta contra Egipto.

El plan era que Israel atacaría Egipto en el área del canal y ese sería el pretexto para que británicos y franceses interviniesen para separar a los contendientes.

El 29 de octubre de 1956 Israel atacó el Sinaí. Al día siguiente franceses y británicos lanzaron un ultimátum para que ambos contendientes se retiraran a diez millas del canal. Israel lo aceptó y Egipto, como habían previsto, no lo hizo. Comenzó un ataque aéreo de las dos potencias contra los aeropuertos egipcios el día 31. los israelíes tuvieron una completa victoria en el Sinaí, incluyendo Gaza.

La intervención de las dos superpotencias amenazando incluso los soviéticos con la utilización de mísiles, paralizó la campaña y el 9 de noviembre los israelíes se retiraron.

 

Los tres objetivos militares se cumplieron:

 

- Derrotar el ejército egipcio; aunque no fuese destruido, pero aumentó la moral y el prestigio del IDF israelí. Se confirma el ejército israelí como la potencia militar de la zona.

- Levantar el bloqueo en el estrecho de Tiran que impedía el acceso o salida del puerto de Eilat al Mar Rojo. Además se obtiene el apoyo americano de que si el estrecho se bloquea, se tomaría como un casus belli. Había además la esperanza de que se levantara la prohibición de la navegación israelí en el canal de Suez.

- Las bases fedayeen de Gaza fueron completamente destruídas.

 

Los tres objetivos políticos no se cumplieron:

 

- No se derrocó a Nasser. Además de incrementar su popularidad. La reputación de Israel se deterioró. Se la vio como un puente de los intereses occidentales en el Próximo Oriente.

- Israel no se extendió territorialmente por el Sinaí.

- No hubo un cambio ni un nuevo orden político en la zona.

 

 

Para Gran Bretaña y Francia fue un desastre y el reconocimiento de que la época de las antiguas potencias coloniales había finalizado. Era el tiempo de las dos nuevas superpotencias.

Otra de las consecuencias de esta guerra es la mayor implicación en el caso palestino de Nasser, además de potenciarlo como la meta preferente del movimiento panárabe.

La Guerra de Suez dio 11 años de paz a Israel pero enquistó más el conflicto entre ellos y el mundo árabe.

La prioridad de Ben Gurion a partir de ahora, dada la influencia soviética en el enemigo, será dotar al IDF de las más avanzadas armas para garantizar la superioridad.

Entre 1957 y 1963 se intentó formar alianzas con el exterior. Los americanos, aunque seguían apoyando, estaban distantes pues no querían precipitar una estampida árabe hacia el bloque soviético. Uno de los primeros pasos en estas alianzas fue acercarse a la OTAN, no como miembro directo pero sí como un cercano asociado. En diciembre de 1957 la OTAN rechazó el proyecto de asociación.

Ante la negativa americana los israelíes se centraron en Europa. Su relación con los franceses continuaba igual, pero estaban preocupados por que cambios en el gobierno o en el Norte de África hicieran tomar un rumbo diferente, y por tanto no era muy seguro depender completamente de los franceses.

El peligro se reavivó con la unión de Egipto y Siria en febrero de 1958 formando la República Árabe Unida.

Entonces se formó la idea de la alianza de la periferia con países como Irán, Turquía y Etiopía, los cuáles tenían en común el miedo a los soviéticos y a los árabes radicales. La alianza descansaba sobre el eslogan de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo.

El derrocamiento de la monarquía en Irak cinco meses después de la creación del nuevo estado árabe no hizo más que confirmar los miedos de Israel y la importancia de establecer una alianza exterior.

Irán era el asociado más importante. Este país reconoció a Israel en 1950 y le suministraba petróleo, así como los israelíes los ayudaban científica y tecnológicamente.

Se formó entre ellos una alianza que duró desde 1959 hasta el derrocamiento del Shah en 1979.

Los servicios de inteligencia formaron el denominado Tridente, formado por el Mossad, el Servicio de Seguridad turco y el SAVAK iraní.

A parte del aliado cristiano etíope, Israel cultivó la amistad con otros países de la África negra para contener el expansionismo africano de Nasser, ayudándoles con planes económicos, infraestructuras, educación, médicos y armas.

La alianza de la periferia dio sobretodo un impulso psicológico a los israelíes, en el sentido de que vieron a su país no como un David rodeado por Goliat sino como una potencia regional en expansión.

 

La crisis de 1958 acercó un poco más a británicos y americanos hacia Israel, aunque sin definir garantías de defensa formales ni compromisos.

El golpe de estado en Irak contra la monarquía y el inicio de la guerra civil en Líbano entre cristianos prooccidentales y musulmanes proárabes, hizo temer un golpe de estado en Jordania. Además Irak se alejaba de occidente siendo el principal productor de petróleo.

Esta crisis fue seguida por un período de años de inestabilidad interna en los estados árabes, lo que llevó a un período de relativa calma en seguridad para Israel, sin bajar la guardia pues continuaban rodeados por los árabes aún superiores tanto en número como en territorio y recursos naturales. Una de las opciones para equilibrar estas deficiencias era la tecnología nuclear y por ello, bajo la asistencia francesa, la estaban desarrollando.

Esta relativa calma fue perturbada cuando Egipto, Siria e Irak firmaron en El Cairo el 17 de abril de 1963 una constitución provisional para una federación árabe.

En junio de ese mismo año, Ben Gurion anunció su dimisión para sorpresa del país y del mundo en general, dejando paso a la vieja guardia del MAPAI dirigida por Levi Eshkol.

Eshkol, como Ben Gurion, fue ministro de defensa a la vez que Primer Ministro, y su objetivo en el ejército fue potenciar las fuerzas aéreas. En una parte importante, la preparación del IDF en junio de 1967 fue debida a él.

En cuanto a la actitud hacia los árabes, su postura era más cercana a Moshe Sharett y pensaba que Israel no tenía por qué vivir siempre bajo la espada.

Básicamente la composición del gobierno no cambió, pero es de resaltar a Yitzhak Rabin como jefe del staff el 1 de enero de 1964. tanto Rabin como Eshkol pensaban que a Israel no le hacía falta más territorio del que poseían con los acuerdos de armisticio de 1949.

En cuanto al programa nuclear israelí se siguieron los pasos del gobierno anterior, intentando convencer a Kennedy que el reactor Dimona sería exclusivamente para fines pacíficos.

En los tres primeros años del gobierno de Eshkol hubo una paz de facto con Jordania, y el frente egipcio incluso era más tranquilo pues este país estaba inmerso en una guerra en Yemen. El único frente problemático era el sirio.

Pero en enero de 1964 se produjo una reunión de la Liga Árabe en El Cairo que según el propio Yitzhak Rabin daría como fruto la Guerra de los Seis Días. En ella los estados árabes colectivamente declararon por primera vez que su objetivo último era la destrucción del Estado de Israel. El preámbulo era seguido por decisiones como desviar el agua de los ríos afluentes del Jordán en Síria y Líbano, establecer un mando militar unificado árabe y establecer la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Esto marcaba un punto de inflexión en las relaciones áraboisraelíes.

En febrero de 1966 el ala izquierdista del Baas tomó el poder en Damasco y se embarcó en una ofensiva antisionista, alentando ataques de la guerrilla palestina. Estos ataques no hacían peligrar la seguridad de Israel pero incrementaban la hostilidad entre ambos países. En abril de 1967 la espiral de violencia se incrementó con una batalla aérea en que los israelíes derribaron seis MiGs sirios de fabricación soviética y los sirios comenzaron a bombardear asentamientos israelíes. Se había establecido la cuentaatrás para el inicio de la guerra.

Pero la reanudación de los cultivos en los territorios desmilitarizados a principios de 1967 por parte de los israelíes fueron parte de una provocación calculada y la estrategia de escalada en el frente sirio fue probablemente el principal factor que arrastró al Próximo Oriente a la Guerra de Junio de 1967.

El autor pone en duda el artículo de fe entre los israelíes de que esta guerra sirvió para poner fin a los bombardeos que se llevaban a cabo desde los Altos del Golán. Muchos de estos bombardeos provenían de provocaciones deliberadas de Israel, provocaciones derivadas del síndrome sirio de los militares.

 

El preludio de la guerra comienza con un falso informe enviado a Nasser por los soviéticos advirtiéndole que los israelíes estaban movilizando tropas en la frontera siria. La falsedad era fundamentada en el interés soviético en la supervivencia del régimen sirio. Nasser lo sabía y aunque no le interesaba una confrontación con Israel en esos momentos, se vio obligado a dar tres pasos arriesgados, enviar tropas al Sinaí, retirar las de la ONU y cerrar el estrecho de Tiran. Este último paso era una llamada a la guerra.

Eshkol formó un gobierno de unidad nacional y la cartera de defensa fue entregada a Dayan. Los americanos apoyaron a Israel pero aunque primero apoyaron la organización de una armada internacional que liberase el estrecho, posteriormente decidieron que Israel tenía la suficiente potencia bélica y dieron luz verde a una intervención unilateral ya que EEUU se encontraba en pleno conflicto en Vietnam.

El 4 de junio el gabinete al completo decidió ir a la guerra y el 5 de junio se lanzó un ataque aéreo por sorpresa que inutilizó la fuerza aérea egipcia y que acabó el 10 de junio con una victoria aplastante en que se había conseguido la península del Sinaí, Cisjordania y los Altos del Golán.

Pese a que los árabes han calificado la guerra como una excusa para expandirse territorialmente, el autor la califica absolutamente como una guerra defensiva sin ánimo de expansión.

El conflicto en el frente este fue iniciado por Jordania, no por Israel. Nadie en el gabinete había propuesto la anexión de Cisjordania ni de la ciudad vieja de Jerusalén antes del inicio del bombardeo jordano. Pero sí fue la oportunidad histórica para los que reclamaban esa tierra como parte de Israel.

El tercer frente sirio, como el segundo jordano, fue debido a las circunstancias de la batalla. Como dice el autor, el apetito viene comiendo. De todas maneras el resultado del tercer frente fue un deterioro considerable en las relaciones con la URSS que acabó incrementando en los años venideros al conflicto su apoyo militar y diplomático a los árabes.

 

El 19 de junio Israel propone la devolución de los territorios a cambio de la libertad de navegación por los estrechos de Tiran y Suez, la desmilitarización del Sinaí y Altos de Golán y la no interferencia en los afluentes del Jordán. Egipto y Siria rechazaron las propuestas y pedían una retirada incondicional.

El consenso en la retirada de los territorios egipcios y sirios no se producía en cuanto a Cisjordania. Habían varias opciones y opiniones. Begin representaba a los que apelaban por la total anexión. Al otro lado encontramos a Abba Eban, que abogaba por la devolución a Jordania. Allon proponía anexión de Judea y devolución de Samaria. Rabin pensaba que el Jordán era una magnífica línea de defensa y que sería un error retornar los territorios, a la vez que pensaba en la dificultad de su asimilación.

Finalmente se intentó consultar con los líderes locales para transformar el territorio en una región autónoma conectada económicamente con Israel.

 

El 28 de agosto se produjo una reunión árabe en Jartún, la capital sudanesa, en que los líderes árabes acordaron los famosos tres NO: no al reconocimiento, no a la negociación y no a la paz con Israel.

Posteriormente se produjo la resolución 242 de la ONU en que se instaba a la devolución de los territorios anexionados a cambio de paz.

En enero de 1968 nació el partido Laborista que provenía del MAPAI.

Después de la muerte de Eshkol en febrero de 1969 asumió el cargo de primer ministro Golda Meir, la cuál manejó el partido y el país con mano de hierro los siguientes 5 años.

Se caracterizaba por su fuerte personalidad, su capacidad para simplificar problemas, su desconfianza hacia los árabes, su intransigencia en todo lo relacionado con la seguridad de Israel, luchadora y dominante. En muchas cosas era muy diferente que Eshkol, pero los dos tenían la misma opinión de Cisjordania, ya que ambos se oponían a la anexión. Pero los árabes continuaban reclamando los territorios sin paz a cambio.

 

En el país se observaban dos corrientes, el movimiento por el Gran Israel y el que estaba a favor de la paz, ambos discrepando con el destino de los territorios ocupados. Después de 1967 los términos “activistas” y “moderados” comienzan a reemplazarse por “halcones” y “palomas”.

Aunque la mayoría del MAPAI fueran palomas, el tono fue tomado por el trío de halcones, Meir, Galili y Dayan.

Golda Meir tomó la política del inmovilismo, para preservar el status quo y evitar riesgos. Política que duró de 1969 hasta 1974. activismo militar e inmovilismo diplomático, intransigencia.

 

 

 

Básicamente las cosas no cambiaron tras la guerra. Nasser quería reconquistar por la fuerza lo que se había perdido y los israelíes continuaban intentando derrocar el régimen de Nasser por uno más prooccidental. Para romper la moral egipcia se bombardeó Egipto creyendo que los soviéticos no intervendrían. Se equivocaron, pues los soviéticos proporcionaron equipos antiaéreos, misiles tierra-aire y aviones de combate MiG, además de una plantilla de técnicos para el nuevo material bélico. 15.000 hombres fueron enviados incluyendo 200 pilotos.

Israel se vio forzado a reducir su ofensiva aérea, hasta que finalmente acabó debido al importante incremento de bajas, en hombres y material.

Los 17 meses que duró esta guerra de desgaste finalizaron en tablas.

 

En septiembre de 1970 dos eventos destacaron: la guerra civil en Jordania y la muerte de Gamal Abdel Nasser.

Nasser murió de un infarto a los 52 años y fue sustituido por Anwar al-Sadat.

El 4 de febrero de 1971 se produjo el primer acercamiento de Sadat al proponer reabrir el canal de Suez a cambio de una retirada parcial del lado este del canal como primer paso de la resolución 242.

Rabin estaba a favor pero Golda Meir desconfiaba. La idea de una retirada sin paz no le convencía. Incluso Dayan abogaba por una retirada parcial y llegó a culpabilizar la intransigencia de Golda Meir como responsable de la Guerra de Yom Kippur.

 

Los objetivos políticos entre 1972 y 1973 fue mantener el statu quo. La estrategia del desgaste se acompañó con una diplomacia de desgaste. La guerra de Vietnam provocó el apoyo americano a Israel en Medio Oriente para que preservase sus intereses sin verse envuelto en conflictos, pese a que en el 72 Sadat expulsase quince mil consejeros soviéticos del país.

Para Golda Meir la única solución al problema palestino pasaba por la jurisdicción de Jordania, pues ella no creía en la solución palestina. Sus puntos de vista se habían formado en el período de preguerra y los veía como el irreconciliable enemigo.

Al gobierno israelí, de todas maneras, le interesaba el punto muerto, afianzar los territorios para finalmente absorberlos, aunque con bastantes controversias internas.

Los israelíes estaban muy complacidos con su superioridad militar.

Los árabes estaban abocados a la guerra, y el 6 de octubre de 1973, la guerra que la inteligencia judía había calificado de baja probabilidad, estalló en el día festivo más sagrado de los judíos, Yom Kippur.

El objetivo árabe de esta guerra era romper el punto muerto político y provocar una crisis internacional que forzara a las superpotencias a intervenir y presionar a Israel a abandonar los territorios ocupados en el 67.

Esta guerra fue la primera que logró un pacto político y tres razones explican los fundamentos para la conclusión de un tratado de paz entre Egipto e Israel cinco años después. La primera razón fue la capacidad operativa de Egipto y Siria en la primera fase de la guerra, demostrando que Israel no era invencible y recuperando el orgullo y honor perdido en el 67. La segunda fue que Israel, pese a ser cogida por sorpresa, demostró una capacidad de reacción en la contraofensiva llegando a sesenta millas de El Cairo y a veinte de Damasco. Ganó el segundo asalto y el resultado fue algo parecido a tablas. La tercera razón fue una política americana más a favor de algunos puntos de vista árabes y no tan estancada en el apoyo incondicional a Israel y al status quo establecido.

El tratado de paz con Egipto se firmó el 18 de enero del 74 y supuso la retirada de los territorios al oeste de Suez y en el lado este tres zonas; una egipcia y la del medio bajo control de la ONU. Con Siria se firmó el 31 de mayo del 74 y supuso la retirada israelí de los territorios ocupados en Siria durante la guerra y los Altos del Golán se dividirían también en tres zonas.

Las elecciones que se deberían haber celebrado en octubre quedaron pospuestas por la guerra hasta diciembre. El partido laborista con Golda Meir volvieron a salir victoriosos pese a perder 5 escaños. El Likud, partido formado para esas elecciones, quedó en segunda posición, ganando 7 escaños si tuviéramos en cuenta la suma de los antiguos escaños que sumaron los partidos unidos para fundar el Likud.

El 1 de abril del 74 la comisión Agranat declaró responsable de no haber estado preparados para la guerra a Golda Meir y a Moshe Dayan, por lo que la primera dimitió el 10 de abril y el partido eligió a Yitzhak Rabin como sucesor.

Para el autor el gobierno de Golda Meir fue una fase estéril de política inmovilista que derivó en guerra. Este período había llegado a su fin.

 

Yitzhak Rabin se convirtió en primer ministro el 3 de junio de 1974. sus principales objetivos serían la seguridad de Israel y su estrategia de asociación con los EEUU.

Simón Peres se quedó con la cartera de Defensa y Yigal Allon Asuntos Exteriores.

Rabin contó con dos handicaps, el antagonismo de Peres y la estrecha mayoría en el Knesset con el apoyo de 61 diputados de 120 miembros.

Rabin seguramente no dudaba de la necesidad de un pacto con los árabes que significara una retirada de todos los territorios ocupados menos Jerusalén, el valle del Jordán y puntos estratégicos específicos. Pero este proceso no debería hacerse bajo ningún concepto con una apariencia de debilidad o bajo presiones económicas petrolíferas o a la sombra de la Guerra del Yom Kippur.

En referencia a los palestinos, no se reconocería ni se entraría en negociaciones con la OLP o acordar el establecimiento de un estado palestino.

El rey de Jordania en el 74 quedó en una posición débil como interlocutor al establecer la liga Árabe a la OLP como el único representante legítimo del pueblo palestino para alcanzar una autoridad nacional independiente.

En noviembre Yasser Arafat fue invitado a la asamblea de la ONU, ganando legitimidad internacional.

 

El cambio de presidente americano, de Nixon a Ford, llevaron a un nuevo intento de acuerdo entre Israel y Egipto con el arbitraje del infatigable secretario de estado Kissinger. Pese a las reticencias israelíes y a la tozudez en muchos casos llegando al punto de peligrar la relación americana israelí, se llegó al acuerdo de Sinaí II el 1 de septiembre del 75. a ambos lados de la zona de seguridad de la ONU habrían unas fuerzas limitadas de ambos países. Egipto aceptaba bastantes términos de no beligerancia, pero sin desbloquear el estado de guerra.

Rabin consiguió además un acuerdo con los EEUU que significó el 200% de la ayuda que recibían hasta el momento.

Israel se desprendía de 1/7 del territorio ocupado a Egipto en el 67, que incluían pasos estratégicos y yacimientos petrolíferos, a cambio obtenía tres años de respiro en el frente egipcio.

Siria y los palestinos entendieron este acuerdo cono fruto de la debilidad de Sadat. Para compensar la defección de Sadat, los sirios intentaron crear el frente de la banana que consistía en países como Jordania, Irak y Líbano con Siria como pivote. Para los israelíes significaba el establecimiento de Siria en Líbano.

El Líbano estaba formado esencialmente por cuatro grupos principales: los maronitas cristianos, los Drusos, los shiítas y los sunníes musulmanes. Los palestinos exiliados de Jordania en el 70 habían creado un estado dentro del estado.

Esta fragmentación y debilidad invitaba a la intervención extranjera en los asuntos internos libaneses. Siria e Israel iban a ser los principales actores en el drama. Los sirios por una parte siempre habían visto al Líbano como una parte de la Gran Siria. Los lazos israelíes con los maronitas invitaban a la intervención para una hegemonía cristiana.

Ambos países tenían en común el miedo a que el Líbano fuese dominado por su enemigo.

En abril de 1975 estas tensiones derivaron en guerra civil.

1ª fase: hasta enero del 76. consistió en escaramuzas entre la izquierda y OLP contra varias milicias cristianas.

2ª fase: de enero a mayo. Escalada de enfrentamientos y primeros signos de victoria de la coalición izquierda-OLP. Los maronitas pidieron ayuda a sirios e israelíes indistintamente. El 1 de junio intervino Siria militarmente cuando las fuerzas de derechas y cristianos estaban en grave peligro. Rabin se mostró más cauto de empantanarse en Líbano y sólo envió apoyo material. Los israelíes estuvieron de acuerdo con la intervención siria siempre y cuando no cruzara determinadas líneas rojas convenidas, ya que su intervención era a favor de parecidos intereses. El rey Hussein jugó un papel importante en este aislado entendimiento sirio-israelí.

La intención siria de la intervención a favor de los cristianos era con objetivo de controlar finalmente el Líbano. Los sirios mataron en pocos meses más palestinos que el IDF en operaciones contra guerrillas palestinas en los treinta años anteriores. Los palestinos encontraron refugio en el sur del Líbano con el paraguas israelí de protección pues estos preferían los terroristas palestinos en su frontera que las tropas sirias. Se produce pues otra de las paradojas históricas en esta pequeña región del mundo.

 

 

El nuevo presidente de los EEUU en 1977 fue Jimmy Carter y tenía muy clara su posición respecto al problema palestino. El reconocimiento de sus derechos y la retirada israelí a las fronteras del 4 de junio del 67.

 

El 7 de abril se produjo la dimisión de Rabin y la elección el 17 de mayo proclamó presidente a Menachem Begin, líder del Likud. La era de dominación del partido Laborista había finalizado. Rabin mismo calificó este período de su mandato como de fracaso personal, su estrategia se basó en la del muro de hierro, es decir, cualquier concesión no se basaría en nada que pudiese ser interpretado como un signo de debilidad. El tiempo ya no corría a favor de Israel.

 

La principal diferencia entre el partido Laborista y el Likud es que el primero es pragmático y el segundo ideológico. La ideología del Likud se fundamenta en el Gran Israel. Judea y Samaria, Cisjordania, pertenecen al Gran Israel. Begin se inspiraba en la ideología de Jabotinsky, y solía referirse a él como el maestro, profesor y padre. Begin se opuso a la partición en 1937 y 1947. Líder del Irgún y de la oposición tras la independencia.

Begin no estaba en contra de restituir el Sinaí y los Altos del Golán, pero se oponía firmemente a la devolución de Cisjordania.

Siguiendo la idea del Muro, Begin pensaba que la primera función del IDF no era ir a la guerra sino disuadir a los árabes de ir a la guerra. Mientras haya en el gobierno militares como Moshe Dayan, Ezer Weizman y Ariel Sharon los árabes no irían a la guerra y de esta manera les nombró Ministro de Exteriores, de Defensa y de Agricultura respectivamente.

Dayan aceptó bajo condiciones de negociación con los árabes en la devolución de territorios. Además Begin quería quitarse de encima la percepción de extremista y fanático. Todo ello llevó a que el gobierno declarase la intención de reanudar negociaciones bajo las resoluciones 242 y 338 de la ONU, además de la paralización de cualquier anexión de Gaza o Cisjordania.

Desde el principio después de su elección envió claros mensajes a Washington de sus pacíficas intenciones. Pese a no poder hacer ninguna concesión a Carter en el tema palestino, Begin estaba dispuesto a reconsiderar la política israelí hacia Egipto y Siria y hacer retiradas significativas de los territorios ocupados. Se empezaron a explorar acuerdos bilaterales con Egipto.

Se establecieron varias reuniones con países amigos de Egipto, Marruecos y Rumanía, para establecer un acercamiento. Sadat respondió que un acuerdo era posible sólo bajo el principio de total retirada, pero estaba dispuesto a llegar a la paz, incluso a ir al Knesset si era necesario. La pelota estaba en el tejado israelí.

Cuatro días después Begin invitó a Sadat a ir a Jerusalén para establecer un diálogo de paz.

Sadat aterrizó en el aeropuerto de Ben Gurion el 19 de noviembre de 1977, fue recibido con todos los honores, y el pueblo israelí se lanzó a la calle para darle la bienvenida. Al día siguiente visitó el Knesset donde fue recibido con un gran aplauso. Abogó por la paz basada en la justicia, la retirada de los territorios ocupados y el derecho de los palestinos a un estado y su propia identidad. Reconoció el derecho de Israel a existir y a tener un estado soberano con garantías de seguridad y reconocimiento de sus vecinos árabes.

Begin le respondió con crudeza y aspereza y con falta de generosidad, recalcando una larga lista de demandas israelíes contra los árabes. Su discurso no contenía nada que pudiera entrever optimismo.

El verdadero entendimiento fue durante el encuentro personal entre ambos después al final del día, acordando que no habría más guerra entre los dos países, se cedería todo el Sinaí pero con la desmilitarización de éste, sólo con unas pocas fuerzas estacionadas junto a la zona este del canal y los pasos.

Sadat tendría paz con Israel pero no la comprensión del resto del mundo árabe.

 

Después quedaba el problema palestino. Begin quería la paz, pero también quería la integridad del territorio, y eso se podía trasladar a dar una autonomía a los palestinos pero no a su tierra. Se les daría competencias administrativas y la seguridad y el orden público los asumiría Israel.

De esta manera comienza la ambigüedad en relación a Gaza y Cisjordania que continúa en la actualidad.

Carter dio la bienvenida al plan de paz con Egipto pero mostró muchas reservas al plan para la autonomía palestina.

Los acuerdos de Camp David se firmaron el 17 de septiembre de 1978 y significaron una completa retirada de Israel del Sinaí reconociendo a Egipto como su legítimo dueño, la desmilitarización de la península, el estacionamiento de fuerzas de la ONU y la garantía de la navegación libre en el Canal de Suez y la normalización en las relaciones diplomáticas entre ambos países.

Begin obtuvo una mayoría en el Knesset de 84 de 120 miembros, con la mayoría de diputados laboristas a favor del acuerdo y las disidencias proviniendo del propio Likud. La opinión pública era favorable en un 84%.

Para el pensamiento de Begin se habían conseguido los dos objetivos, paz e integridad del territorio.

El tratado de paz se firmó el 26 de marzo del 79, con todos sus integrantes presionados por la revolución que había depuesto al Shah en Irán.

Egipto fue expulsado de la Liga Árabe.

 

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